ORIENT EXPRESS

 

De comerciantes y músicos

14.11.2009.

Miro el cruce del Sava y el Danubio desde la altura de Kalemegdan, la fortaleza tuca que domina los dos ríos en el centro de Belgrado. Si los remontase hacia el norte, podría cruzar esta península fascinante: los Balcanes. Si continuase su curso, llegaría hasta Rumanía. Los ríos pueden surcarse con tropas para la guerra o con mercancías para el comercio. Las carreteras se pueden recorrer en son de paz o en son de guerra. Hablemos, pues, de esta nueva realidad —tal vez no sea tan nueva- que está naciendo de intercambios comerciales, económicos, culturales y de ocio en la región.

Hace más de20 años que los nacionalismos se extendieron por toda la antigua Yugoslavia después de haber estado décadas latentes. El régimen de Tito eliminó del espacio y el discurso públicos las retóricas nacionalistas de cada república y evitó la participación de las masas en la dinámica política. A su muerte, sin embargo, los líderes de las distintas repúblicas agitaron durante una década los viejos odios y mitos nacionalistas. Se suele recordar la famosa concentración de 1987 en que Slobodan Milosevic utilizó la cuestión de Kósovo para catapultar su carrera política, pero no fue el único. Por toda la antigua Yugoslavia, los símbolos nacionalistas excluyentes y la mitología de purezas nacionales fueron ocupando el lugar de la agonizante Yugoslavia. Las minorías se fueron sintiendo amenazadas y reaccionaron con violencia ante las olas nacionalistas que distaban de ser pacíficas y conciliadoras. No puede decirse que el resto de Europa hiciera nada por evitarlo ni por contener esta expansión del fanatismo. Al contrario, hubo decisiones de los líderes europeos que dieron alas a los líderes nacionalistas. Al final, el delicado equilibrio yugoslavo saltó por los aires. Las guerras en Eslovenia, Croacia, Bosnia y Kósovo unidas a disturbios innumerables por todas partes dejaron una situación caótica donde la comunidad internacional fue, a veces, más bien parte del problema que parte de la solución.

Sin embargo, poco a poco, los viejos lazos personales y comerciales se van reconstruyendo. En realidad, nunca desaparecieron del todo, pero las guerras y los nacionalismos no ponen fáciles las cosas. Las empresas y los profesionales intercambian bienes y servicios a lo largo de toda la vieja Yugoslavia demostrando, una vez más, que el comercio es mucho más que economía. Desde los supermercados a las chocolatinas, los eslavos del sur amplían sus relaciones comerciales por encima de las retóricas y la demagogia. Lo contaba Tim Judah a principios de este año e insistía en ello The Economist hace algunos meses: la yugosfera existe.

La yugosfera no tiene nada que ver con la política. Es un continuo territorial donde las relaciones comerciales y económicas, los consumos de ocio y entretenimiento y las actividades culturales con comunes por encima de las fronteras. El mes pasado, Severina, la cantante croata de Split, llenó el Beogradska Arena en un concierto de 18.000 personas. La versión local de Gran Hermano ha reunido en la misma casa a habitantes de distintas repúblicas. Las distintas variantes del serbocroata —oficializadas en idiomas- no han impedido que se siga reconociendo una única lengua común con ciertas diferencias.

La supresión de la exigencia de visados para los serbios que deseen viajar a los países de la Unión Europea está a la vuelta de la esquina. El siguiente paso debe ser la reactivación del Acuerdo de Asociación y Estabilización de 2007. El incremento de la inversión del resto de Europa en Serbia redundará en beneficio de toda la región.

La cuestión de Kósovo está pendiente de la decisión que adopte el Tribunal Internacional de Justicia sobre la legalidad de la autoproclamada independencia. A propósito de esto, hay un dato interesante: por primera vez, la República Popular de China ha dado su opinión en el trámite de alegaciones ante el Tribunal Internacional de Justicia.

Ya es de noche en Belgrado. El invierno se acerca y ya se nota. Aunque la crisis económica se está dejando sentir, hay gente en los cafés y se han instalado calentadores en las terrazas para los valientes. El Danubio y el Sava se confunden con las sombras. Las tiendas siguen abiertas y las librerías prometen esa felicidad misteriosa que se encuentra en las páginas de un buen libro. Los lectores debemos mucho también a los libreros, los impresores, los editores, es decir, a los empresarios y comerciantes que recorren carreteras y surcan ríos.

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